La humanidad ha encontrado en la libertad individual y el Estado de Derecho (para hacerla valer) los baluartes del desarrollo personal, social y económico. Y la historia también nos ha enseñado que los gobernantes, políticos y grupos interesados, siempre han tratado de restringir las libertades y coaccionar a los demás a costa del poder. Debido a estos antecedentes, pareciera que un Estado donde se respete irrestrictamente la libertad es una utopía.
Y sin embargo no lo es. Lawrence Reed, presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE), nos cuenta de la República de Ragusa, un estado completamente soberano que existió en las costas del Mar Adriático, en lo que hoy es la ciudad de Dubrovnik, Croacia, entre el Siglo XIV y hasta 1808.
Ragusa fue una nación muy adelantada a su época en muchos sentidos. En 1389 ya conocían el concepto de privatizaciónal firmar un contrato para construir la torre de un reloj para la ciudad. En 1416 abolió la esclavitud, tenía una burocracia ligera y limitada a llevar los registros; fueron pioneros en introducir una ley de bancarrota para liquidar deudas sin encarcelar a los deudores y fomentaban los seguros para las mercancías que transportaban las embarcaciones en el Mar Mediterráneo.
“Los impuestos eran bajos y el capital estaba a salvo de las confiscaciones arbitrarias por parte de la realeza, algo muy común en el resto de Europa durante aquel tiempo. Las finanzas estatales en Ragusa eran conocidas por su prudencia; los presupuestos equilibrados y la deuda mínima fueron la norma durante varios cientos de años”, cuenta el profesor Reed en un estupendo artículo.
El compromiso con la libertad de Ragusa era tal que su lema fue: NONE BENE PRO TOTO LIBERTAS VENDITUR AURO (La libertad no se vende ni por todo el oro del mundo) y su bandera tenía la palabra LIBERTAS.
Era un estado pequeño en el que vivieron cerca de 10,000 personas dentro de la ciudad amurallada y menos de 100,000 en toda la franja del estrecho litoral y las islas que formaban la República. Sin embargo, los cientos de barcos que conformaban su flota comercial eran más numerosos que los de Venecia.
“Los líderes y diplomáticos de la República aún son objeto de estudio hoy en día debido a sus habilidades diplomáticas incomparables. Negociaronacuerdos de libre comercio que mantuvieron a Ragusa próspera y en paz durante siglos. Nunca en su historia Ragusa desplegaron su fuerza ni riqueza y poder con el propósito de la expansión territorial”, agrega Reed, también profesor de economía y autor de varios libros.
Esta república era completamente abierta al comercio y a la apertura de negocios. Casi cualquier persona de cualquier color o sexo podía presentar su documentación y obtener todas las aprobaciones para comenzar un negocio en cuestión de días, mientras que hoy en día abrir uno puede llevarte un año o dos, dependiendo del país, debido a la pesada burocracia.
También esta república estaba libre de la corrupción monetaria. La casa de moneda de Ragusa produjo monedas de plata de calidad durante más de 500 años. Su moneda, conocida como el «libertino» en la década de 1790 estaba marcada en su reverso con las palabras DUCE DEO FIDE ET IVST (Liderado por Dios, Fe y Justicia).
Pese a todo esto, un terrible suceso fue el causante del declive de Ragusa. El 6 de abril de 1667, un terremoto devastó la ciudad y las áreas aledañas. Aunque la ciudad se reconstruyó, ya nada volvió a ser lo mismo. Su caída llegó en 1808 cuando Napoleón tomó la ciudad, extinguiendo así la república.
Pese a este triste final, hay una lección muy importante que dejó Ragusa y que debe ser recordada siempre, y sobre todo en tiempos como estos: la libertad individual funciona, es el signo más acabado de civilización pues todos respetan por igual y sin excepciones los derechos de todos (y quien no lo hace es sancionado por el Estado), y solo con ella la prosperidad y la abundancia son posibles.
Es una condición irrenunciable para que las civilizaciones florezcan, prosperen económicamente y convivan en paz. Podemos encontrar ejemplos más recientes, como Singapur, que ha sido un colosal caso de éxito gracias a que se abrió al comercio y explotó sus capacidades, pero sobre todo, porque es un país en el que la libertad vale y se hace valer.
Por desgracia, en todo el mundo vivimos una oleada de líderes populistas que llegaron democráticamente al poder, pero que corrompiendo esa democracia, amenazan las libertades individuales y económicas a cambio de una ilusa promesa de crecimiento “gracias a ellos”, con recetas que históricamente han demostrado ser un fracaso. Las leyes económicas, fundadas en el comportamiento humano, no obedecen las órdenes u ocurrencias de los poderes políticos. Por eso, a más de 200 años de distancia, el ejemplo de Ragusa es más valioso que nunca, y una lección que debemos aprender: La libertad se debe defender en todo momento, porque siempre hay alguien que nos la quiere quitar para sentirse poderoso.
Hacer a un lado la libertad, y todas las consecuencias que de ello derivan, son una advertencia que México y el mundo entero deben evitar, o pagar el precio por no haberla defendido, con escasez y pobreza.
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