Como ya es bien sabido, la Bolsa Institucional de Valores, mejor conocida como BIVA, recién comenzó operaciones en México a finales de julio de 2018, pero ¿y eso a mí en qué me beneficia? Muy sencillo, siempre que salen nuevas empresas, oportunidades o instituciones, se nos expande el abanico de opciones y eso es bueno porque tenemos más tela de dónde cortar.

Imagínense que viviéramos en un país en el que únicamente podríamos tomar una marca de refresco, de galletas, una marca de helados o que pudiéramos abrir cuentas solamente en un banco o institución financiera. Sería algo poco atractivo para todos, algo que no nos beneficiaría en nada y que, nos gustara o no, estaríamos obligados a seguir consumiendo. La competencia es buena porque obliga a las empresas e instituciones a mejorar, innovar y a hacer bien las cosas constantemente para no perder terreno ni participación de mercado.

Justamente algo por el estilo era lo que estábamos viviendo en temas de inversión, ya que solamente teníamos la opción de acudir a la BMV para encontrar ese tipo de servicios que dicho sea de paso, fue fundada en el año 1894.

A pesar de que en México todavía estamos en pañales, esto es un indicador de que vamos creciendo, poco a poquito, pero ahí la llevamos.

La  llegada de BIVA beneficia no solo a los consumidores o inversionistas, sino también a las empresas que buscan acercarse al mercado de deuda y de capitales para hacerse de recursos. Precisamente uno de los objetivos principales de la Bolsa Institucional de Valores es apoyar a las empresas que no cumplían los requisitos o no tenían el tamaño suficiente para poder aspirar a ello en la Bolsa Mexicana de Valores.

La estrategia que persigue BIVA está basada en la cercanía con las emisoras y una atención personalizada, pero lo más interesante es la ventaja competitiva que le dará el trabajar con una tecnología más avanzada que la que se maneja actualmente en la BMV.

En México actualmente hay alrededor de 145 empresas públicas, que cotizan en la BMV, un número muy reducido si consideramos el tamaño de la economía del país. Para poner en contexto, en la India tienen alrededor de 5,800 empresas listadas en el mercado de capitales, en Canadá alrededor de 3,885 y en Brasil son más de 350 empresas.

En el país tenemos más de 4 millones de empresas registradas, de las cuales cerca de 7,200 se consideran grandes y por lo menos, tendrían el tamaño para poder estar dentro del mercado de capitales. La mayoría de empresas mexicanas son consideradas familiares y esto, aunado al miedo de poder perder el control de tomar decisiones dentro de la compañía y revelar información públicamente de su empresa, han sido factores determinantes para que nuestro mercado sea muy pequeño. Por mencionar algunas empresas que aún no son públicas y podrían aspirar a serlo podemos encontrar a Cinépolis, Coppel, Viva Aerobús, Interjet, SuKarne, entre otras muchas.

Pero, ¡no todo está perdido! Este tipo de oportunidades son las que tenemos que aprovechar para crecer. Es importante saber en dónde estamos para saber hacia a dónde vamos. Sabemos que si queremos ayudar al crecimiento de la economía de nuestro país tenemos que conocer más opciones para poder tomar las mejores decisiones. De hecho, BIVA busca atraer en los próximos años por lo menos 50 empresas nuevas, ya que sus directivos consideran que empieza a haber un cambio en la ideología de los empresarios, y aunque es claro que algunos todavía tienen miedo a revelar sus reportes, hay cada vez más interés en incrementar la transparencia de la información de las empresas, ya que eso puede convertirlas en un activo más atractivo para el exterior.

Justamente esa es la gran oportunidad que se nos abre como inversionistas, tenemos un nuevo mostrador en donde podemos ver “mercancía” que antes no veíamos y a la que por ende, no teníamos acceso. Automáticamente al comenzar a operar esta nueva bolsa, tenemos más opciones para poner a trabajar nuestro dinero, y no únicamente las mismas que ya conocíamos. Es por ello que podemos ver que hay un ganar-ganar-ganar ya que no sólo ganan los directivos de BIVA, ni los dueños de las pequeñas o medianas empresas que emiten deuda o acciones sino también uno mismo como inversionista.