El peso mexicano registró una caída del 4.70% de su valor ante el dólar estadounidense durante agosto en respuesta a un acrecentamiento en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, así como por mayores temores de una desaceleración económica global.

A finales de julio, Donald Trump, presidente estadounidense, anunció una nueva serie de aranceles en contra de productos chinos que ingresen a su territorio; los cuales entrarían en vigor el 1º de septiembre del año en curso.  La noticia, además de generar incertidumbre sobre la delicada situación comercial entre ambas naciones, generó un par de reacciones por parte de China.

Por ejemplo, el yuan, moneda china, se depreció a niveles no vistos desde mediados del 2008, logrando romper la barrera de 7 unidades ante el dólar estadounidense. El Banco Central de la República de China mantiene un régimen cambiario de flotación administrada, permitiendo que su moneda fluctúe libremente un 2% respecto al cierre previo. Tras el anuncio de Trump, el yuan se vio presionado, depreciándose constantemente, hasta que un día logró caer a su máximo permitido diario, cotizando por encima de los 7 yuanes por dólar y generando temores por una posible guerra cambiaria al llamar Trump a China como manipulador de divisas y debilitar su moneda para beneficio propio. El yuan llegó a cotizar hasta en 7.1926 unidades.

A mediados del mes, la percepción de una desaceleración económica global se intensificó, provocando más presión en el valor del peso. Por un lado, se dio a conocer que la actividad industrial de China registró su menor crecimiento en más de 17 años. El crecimiento económico de Alemania, principal motor europeo, se contrajo (-)0.1% durante el segundo trimestre del año, se especula que podría caer en recesión técnica antes que finalice el año, y la producción industrial de la zona euro cayó 1.6%.

Lo anterior generó que los inversionistas globales se deshicieran de sus inversiones en renta variable (acciones, índices bursátiles, monedas de países desarrollados) y demandaran una importante cantidad de títulos conocidos como seguros o de refugio. Dichos títulos son el oro, el dólar, el yen japonés, el franco suizo y los bonos gubernamentales. Fue tanta la adquisición que realizaron los inversionistas en bonos gubernamentales que los rendimientos de estos cambiaron su comportamiento natural, pues los inversionistas prefieren invertir en el corto plazo que en el largo plazo. De esta manera, se dio el fenómeno conocido como curva invertida de rendimientos generando alarmas a nivel global, pues en el pasado, cuando esto ocurre, es el preámbulo de una crisis económica.

Hacia final de mes, el peso mexicano llegó a depreciarse hasta 20.26 unidades pues China anunció una nueva serie de aranceles contra productos estadounidenses, en respuesta a la medida similar que Estados Unidos dictó hace semanas. Trump reaccionó con una medida adicional de aranceles y pidió a las empresas estadounidenses que regresen su producción a su país. A pesar de lo anterior, Estados Unidos declaró que China se puso en contacto con ellos, lo que se especuló como un regreso a la mesa de negociaciones, pero hasta el momento que se escriben estas líneas no se ha confirmado lugar y fecha para retomar las conversaciones.

Un endeble entorno económico nacional también influyó en la debilidad del peso. Por un lado, se dio a conocer que la economía mexicana creció 0.02% durante el segundo trimestre del año. Si bien nos salvamos de una recesión técnica, se confirmó que nuestra economía se encuentra estancada. Banco de México sorpresivamente recortó su tasa de interés en 25 puntos base para situarla en 8.0%. Posteriormente, el banco central declaró que el estancamiento de economía refleja una mayor desaceleración del consumo doméstico y atonía de la inversión. Advirtió que la situación de Pemex continúa representando un factor de riesgo para el país.

Y, por último, Banxico y Moody’s anunciaron un nuevo recorte en su proyección sobre el PIB mexicano para este y el próximo año.  El banco central mexicano espera que el crecimiento será de entre el 0.2 y 0.7%, desde el 0.8-1.8% previsto en abril. Para 2020, estiman un crecimiento en un rango de 1.5 a 2.5%, un ligero recorte desde el 1.7 a 2.7% anterior. Una contracción de las inversiones en el país fue el principal motivo por el cual Moody’s decidió recortar su pronóstico del crecimiento económico mexicano. La agencia pronostica que el PIB se ubicará en 0.5% al cierre del año, desde la estimación preliminar de 1.2%. Para el próximo año, espera un PIB del 1.5%.

Se espera que la volatilidad en el mercado cambiario continúe mientras no se resuelva la diferencia comercial entre las dos principales economías globales, o por lo menos, el retornar a la mesa de negociación generaría calma general en el mercado.