Cuando escucho hablar de la felicidad, por alguna razón me viene a la mente Julieta Venegas, que en sus inicios cantaba “Sería Feliz” en su disco “Bueninvento”, su segundo álbum, la letra decía así: “Si tuviera respeto de quienes no me toman en cuenta, si sólo vieran de lo que soy capaz es eso lo que me falta, seguro así sería feliz”.
Lo interesante es que la canción es del año 2000. Unos diez años después, comenzó a hablarse de la economía de la felicidad.
En 2015 el matemático inglés Angus Deaton, recibió el Premio Nobel de Economía por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar. Creó un método de análisis donde los datos individuales de ingresos y consumo, tienen una relación directa con la macroeconomía. Es un crítico feroz de las políticas de austeridad de los gobiernos porque hacen infelices a las personas debido a que los ingresos se reducen y se destruyen empleos. Deaton sostiene que la pérdida de un trabajo provoca el pensamiento de no ser valioso para la sociedad, por ejemplo: en su libro “El gran Escape”, el Premio Nobel asevera que salir de la pobreza es eso, un escape casi imposible. Plantea cómo la inversión en salud ha elevado la perspectiva de vida en pocos años, pero aún hay miles de personas que mueren de hambre o por enfermedades relacionadas a la pobreza, un signo de desigualdad, que ha estallado en la época reciente. Como ejemplo cita a China: creció su población, redujo la línea de pobreza y salió de la lista de los 15 países más pobres, pero tiene a varios millonarios. En suma, la desigualdad no contribuye a la felicidad. En su análisis habla de reformar incentivos a las farmacéuticas y plantea que mejorar la salud ayuda a salir de la pobreza.
Según el índice de la felicidad elaborado por la ONU dado a conocer en marzo, México está en el sitio 23 de 156 países, o sea, la población se considera feliz. Para elaborar este indicador se elabora una encuesta sobre percepción de la corrupción, libertad para tomar decisiones, emociones recientes, el Producto Interno Bruto y la esperanza de vida saludable. Un dato: en 2015 México ocupaba el sitio 15, el mejor en los últimos seis años.
A finales de agosto, el presidente Andrés Manuel López Obrador, afirmó que “México estaba feliz, feliz” y desestimó los indicadores económicos, los llamó “la obsesión tecnocrática”, pero el país pasó de crecer -0.2% a 0% en los dos primeros trimestres. Se han reducido las perspectivas de crecimiento entre 0.9 y 0.7%.
El presidente reconoció resultados poco satisfactorios en el tema de desigualdad a pesar de sus programas de apoyo a adultos mayores, estudiantes, campesinos y mujeres. La confianza repuntó en agosto 0.3% tras cinco meses de caídas. También en agosto comenzó la crisis de desabasto de medicamentos para niños con cáncer y otros fármacos del sector público, debido “ajustes presupuestales” (austeridad), se sumó a la crisis el incremento de los casos de dengue y se reveló la compra de insecticidas con meses de retraso.
Todos estos temas, salud, austeridad, consumo, desigualdad, bienestar, son parte del índice de felicidad, del análisis de Angus Deaton y del discurso del gobierno federal mexicano. La economía de la felicidad es una, con otros datos, de Deaton y una muy diferente la del señor López. Ambas borran la sonrisa a cualquiera.
Suscríbete a nuestro Newsletter
Mantente actualizado de las últimas ediciones.