Cuando los políticos se pelean, por alguna razón, me viene a la mente “Sueño con serpientes”, una canción del cubano Silvio Rodríguez que dice así: “Sueño con serpientes, con serpientes de mar, con cierto mar, ay, de serpientes, sueño yo. Largas, transparentes y en sus barrigas llevan, lo que puedan arrebatarle al amor”.

Los expresidentes Felipe Calderón y Vicente Fox han retomado un papel activo en la arena política mexicana. Calderón anunció la creación del partido México Libre y lleva meses haciendo proselitismo para reunir a los afiliados suficientes en el país para darle forma legal.

Por otro lado, Fox ha convocado a la creación de un Frente Nacional contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien critica frontalmente un día sí y otro también. Quien vea una similitud en las acciones y las formas de oponerse al actual régimen con el programa político que el actual presidente desarrolló durante 18 años, antes de llegar al poder, tienen buena memoria, pero hay un elemento distinto: el contexto.

El filósofo y académico, Michel Foucault, definía al poder como una relación entre los seres humanos, habitualmente asimétrica, cuya dinámica se establece entre la autoridad y la obediencia. Para él, el poder no se tenía, sino se ejercía. Hablaba de dominantes y dominados y a cada uno, explicaba, podían tener alguna resistencia al poder, para no ser conducidos o no dejarse liderar. La resistencia no daña al poder, es parte de su dinámica.

Foucault afirmó que el ejercicio del poder disciplinario debía hacerse visible, esa condición le permite ver quiénes y cómo se someten y si respalda a quien domina en su posesión del poder. Además, en su teoría, mencionaba que para el funcionamiento del Estado, se requerían relaciones de dominación específicas y con relativa autonomía.

Contrario a lo que se hablaba de López Obrador, hasta el momento no se ha mostrado al dictador ni el ejercicio duro del poder que sus críticos señalaban, por el contrario, en su afán de reestructurar a las instituciones para su proyecto, ha debilitado la estructura gubernamental debido a la concentración de poder en su propia persona. El no hacer visible el poder disciplinario y no confrontarse con los ex presidentes, incluso con Estados Unidos, debido al tema migratorio y con los criminales en un entorno donde los índices de violencia van en aumento, abren la posibilidad de un escenario más peligroso: el vacío de poder.

La fortaleza de algunos actores políticos se alimenta de las muestras visibles de poder. Las reacciones a sus posturas de confrontación han llegado por la desacreditación mediática, a Calderón le exhibieron condonaciones de impuestos, la herramienta contra Fox fue sus adeudos fiscales. Minaron su imagen pública para restar legitimidad a su discurso, pero se guardó el ejercicio del poder directo.

Si en menos de un año no se ha logrado consolidar el proyecto lopezobradorista, corre el riesgo de seguir minándose. El discurso del pueblo bueno, evitar la confrontación, evadir el uso simbólico del poder debilita, no sólo al proyecto, sino al poder mismo y lo convierte en la joya de la corona que todos desean y por la cual cualquiera puede pelear y eso a nadie conviene. Las luchas intestinas del PAN y el PRI están lejos de equilibrar la balanza con alguna alianza. Hay un camino abierto listo para ser llenado por cualquiera. “Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre se le olvide esa voz”, cantaba Silvio Rodríguez.