Repercusiones de la fuga de capitales, ¿es tan grave como nos dicen?

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La fuga de capitales es la salida de dinero o de activos de un país en respuesta a algún suceso que haya ocurrido ahí o que esté generando desconfianza. Hay varias posibles causas de eso, pero generalmente va acompañado de las decisiones políticas que se estén tomando en ese lugar o por el mal comportamiento económico; es por ello que se pierde la confianza, la credibilidad y los capitales buscarán emigrar a destinos más seguros.

La fuga de capitales es un dolor de cabeza para los países, ya que puede ocasionar varias reacciones en cadena como efecto dominó, que van desde la pérdida de empleos hasta la depreciación de la moneda. El principal efecto que podemos encontrar cuando huyen los capitales de un país es la disminución de la riqueza y el empeoramiento de las expectativas de inversión y de crecimiento. Pero no se queda ahí, la fuga de capitales puede contagiar las decisiones de los inversionistas y comenzar la estampida y por consecuencia veremos pánico, que estancará la economía y traerá a flote situaciones incómodas antes mencionadas. Los primeros afectados serán los inmiscuidos en el sector financiero, pero después vendrán las afectaciones en las estructuras industriales y productivas. Y más aún ahora que estamos en la era de la globalización y que la fuga de capitales puede ir desde retiro de efectivo hasta transacciones muy sofisticadas que podrán mover cantidades estratosféricas de dinero de un país a otro con solo dar una orden o hacer un clic.

Pero, ¿por qué se iría el dinero de un país? Las principales causas de la fuga de capitales son las siguientes:

  • Las políticas económicas proteccionistas: algunos países aplican políticas de restricción que no incentivan las inversiones para crear nuevas empresas, tanto con recursos internos como foráneos. Políticas como control de precios, legislación laboral incorrecta, control de tipo de cambio, etc.
  • El incremento de impuestos: la presión fiscal e impositiva que ejercen los gobiernos sobre las utilidades de las empresas, anula cualquier intención para invertir dinero nuevo en esos países.
  • La inestabilidad política: esto genera demasiada incertidumbre y acrecienta el riesgo de invertir en cualquier país. Llámese guerra, cualquier tipo de conflicto bélico, político o social o la falta de independencia de los poderes públicos, así como la amenaza del socialismo y del populismo también empujan en detrimento de la sociedad en la cual se invertirán o se mantendrán los capitales.
  • Una inflación elevada: el objetivo primordial de la mayoría de los bancos centrales del mundo es el control de la inflación y el poder adquisitivo de sus habitantes, es por ello que si el factor más importante para un banco central no es controlado, hará aún más difícil la entrada de nuevos capitales al país y fomentará la salida de los capitales golondrinos. También entra como aliciente el tema de la posible devaluación a la que se puede enfrentar la moneda, que podrá afectar a los inversionistas si lo que buscan es proteger su capital antes que cualquier cosa suceda.
  • La inseguridad: aquí entra la inseguridad que pueda existir en la población, pero eso casi no se vive en México, ¿o me equivoco? Pero no solo eso, también la seguridad jurídica, cuando no hay un marco jurídico justo y que apoye a todas las partes, los inversionistas se la pensarán más de una vez para aventar sus canicas al terreno del país en discordia. Lo primero que hará cualquier inversionista será evaluar este tema, para conocer las reglas del juego y ver si le conviene o no, claramente si no es de su agrado, correrá.
  • La corrupción: hablando de cosas que no suceden en México… Últimamente más que nunca hemos sido partícipes de interminables e incontables casos de corrupción. Desde los desfalcos en instituciones gubernamentales, hasta el “merezco abundancia” de la clase política en México, ¡por Dios! ¿Qué mensaje le estamos dando al mundo? ¿Acaso es imposible vivir sin corromper ni ser corrompido? Y la clara respuesta a estas preguntas es, la fuga de capitales, ¿quién en su sano juicio se animará a invertir o mantener su capital en un país en el cual las instituciones no se respetan, el estado de derecho es casi nulo y los desfalcos están a la orden del día?

En México en el primer trimestre del 2020 los inversionistas estadounidenses vendieron alrededor del 15 % de los bonos gubernamentales mexicanos que tenían. En la primera mitad del año, el país registró en sus cuentas una salida de capitales por más de 320 mil millones de pesos. Esta es la cifra más alta en la historia, de acuerdo a la información de Banxico.

Para dimensionar un poco, la suma es equivalente al gasto total de la SEP para este año. 32 veces el programa de precios de garantía a productos alimentarios básicos. Si cada persona fuera un peso, llenaríamos más de 3 millones y medio de veces el Estadio Azteca o hasta nos alcanzaría para comprarnos casi un millón de Jettas del año.

Según cifras oficiales, la mayor fuga de recursos había sido el primer semestre del 2016, salieron cerca de 210 mil millones de pesos, sobre todo por el tema de la incertidumbre generada por las elecciones en el vecino país del norte, como bien dice el dicho, Estados Unidos estornuda y a nosotros nos da gripe. Aunque también cabe mencionar que la fuga de capitales no es un fenómeno exclusivo de nuestro país en este momento, la pandemia y el colapso económico que ha provocado, trae a los inversionistas “de arriba para abajo” hacia dónde poder llevar su dinero y mantenerlo bien resguardado.

Desgraciadamente para México, las leyes fiscales del presidente Andrés Manuel, que fueron aprobadas en octubre, junto con la cancelación de proyectos como Constellation Brands (por no mencionar otros proyectos ya conocidos por todos), los pronósticos de contracción económica, la falta de apoyos e incentivación al sector privado, han hecho que esas salidas se vuelvan más pronunciadas y marcadas.