Los cambios en la política monetaria de un banco central provocan ajustes en el mercado financiero, específicamente en la renta variable y en los bonos gubernamentales.
Al inicio del año, era ampliamente esperado que los bancos centrales de economías desarrolladas ajustarán su política monetaria ante la alta inflación que se vivía. Los bancos centrales de algunos países emergentes, entre ellos Brasil y México, habían iniciado el incremento de su tasa de referencia desde marzo y junio del 2021, respectivamente. Y es que la teoría económica dice que, si una economía sufre de una alta inflación, a través de elevar su tasa de interés de referencia, la variación de precios se puede reducir porque disminuye la actividad económica (los créditos suelen ser más caros conforme se eleva la tasa de referencia).
En un escenario de altas tasas de interés, la renta variable suele estar presionada a la baja, pues se prevé que las empresas generarán menores ganancias trimestrales ante una reducción en la actividad económica, local e internacional. Además, las empresas evitan realizar proyectos productivos con financiamiento, ya que son más caros por las altas tasas de los créditos, lo que limita aún más sus posibles ingresos.
Fue así como los mercados fueron aceptando un incremento de tasas en un futuro, acto que se veía reflejado en algunas jornadas a la baja en la renta variable.
Pero, los inversionistas se apresuraron por tomar utilidades y/o alejarse de la renta variable, pues además de la creciente inflación, el escenario se fue complicando con la operación militar especial que emprendió Rusia en Ucrania. Este conflicto geopolítico presionó aún más a los precios de varios productos, entre ellos los energéticos y los granos, por lo que la inflación aceleró su tendencia alcista. La política de cero Covid de China también empezó a generar nerviosismo en los mercados, pues las autoridades confinaron varias ciudades por semanas, o inclusive meses, con la finalidad de erradicar el virus. Pero esta política provocó una importante desaceleración de la economía de China, alertando al resto del mundo.
Por lo anterior, los bancos centrales tuvieron que apresurar cambios en su política monetaria para luchar contra la inflación galopante. En junio, la Reserva Federal incrementó su tasa de interés en 75 puntos base, ajuste nunca visto; replicó los movimientos durante julio y septiembre. El Banco Central Europeo (BCE), que se estaba deshaciendo de los bonos que adquirió en 2020, cambió de la noche a la mañana su proyección sobre su incremento de tasas, elevando su tasa de referencia mucho antes de lo previsto inicialmente. Varios bancos centrales del mundo, incluidos los de Canadá, Reino Unido, México y Hong Kong, también aceleraron su ajuste de tasas.
Como se temía, en agosto algunos indicadores económicos, sobre todo de producción y servicios, ya se ubicaban en terreno de contracción económica, mientras que la inflación no daba tregua; hasta el momento ningún país ha confirmado que su inflación alcanzó un pico o que está en tendencia bajista. Esto generó una mayor aversión al riesgo sobre una recesión económica en varias naciones.
La renta variable reaccionó. La recuperación que se había logrado entre junio y agosto no únicamente se borró en seis semanas, si no qué se profundizó. Al mercado bajista en el que estaba el Nasdaq desde finales de abril, se le unió el S&P 500 y algunos otros índices bursátiles como el DAX de Alemania, el FTSE MIB italiano, el Hang Seng hongkonés y el CSI 300 chino.
Con la renta variable a la baja, las elevadas proyecciones de las tasas de interés de referencia, las reducciones en las proyecciones de crecimiento económico, el aumento en los temores por una recesión, una crisis de energía en Europa, así como el recrudecimiento en la invasión rusa a Ucrania, los inversionistas han decidido refugiarse en el dólar estadounidense, llevándolo a niveles no vistos desde mayo del 2002 en el caso del índice dólar, de junio del 2002 en el caso del euro y a niveles nunca antes vistos frente a la libra esterlina.
Lo que sigue
Se espera que los bancos centrales de Estados Unidos y la zona Euro sigan elevando su tasa de referencia por lo menos en las próximas dos reuniones.
Específicamente, los funcionarios de la Fed previeron en su última reunión que la tasa de referencia cerrará el año alrededor del 4.4%. La mayoría de los analistas que recientemente han actualizado sus proyecciones en Bloomberg prevén que la tasa de referencia estadounidense cierre el 2022 en 4.5%. Wells Fargo y Nomura Securities prevén que la Fed continuará elevando su tasa de referencia en 2023 para posteriormente, hacia finales de año, recortarla nuevamente. La primera proyecta un cierre en 4.50% y la segunda en 4.75%.
Respecto al BCE, se espera una tasa del 2.0% al fin del 2022 y del 3.0% hacia el inicio del segundo trimestre del 2023. En cuanto a Banxico, Barclays prevé una tasa del 10.50% este año y del 10.75% el próximo año. Bank of America estima un cierre en 2022 del 11.0%. ´
En caso de que las condiciones económicas se compliquen, las proyecciones antes mencionadas cambiarán, lo que podría implicar otro periodo de volatilidad y presión a la baja en la renta variable. Ya veremos qué sorpresas más nos depara el mercado, por lo pronto se recomienda estar atento a datos macroeconómicos que demuestren un deterioro en la economía a consecuencia del incremento de tasas de interés.
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