Por estos días Jalisco celebra 200 años.
Ya se han cumplido dos siglos desde aquel 16 de junio de 1823 cuando nació el Estado Libre y Soberano de Xalisco, que se escribía así debido a que la “J” aún no se incorporaba al alfabeto latino.
Son 200 años de que los anhelos autonomistas de los entonces xaliscienses se volvieron una realidad, y durante los cuales el Estado se convirtió en la cuna de la identidad nacional.
Tequila, charros y mariachis distinguen a Jalisco, pero también renombradas empresas que a lo largo de los años han dejado su huella.
Éste es un recuento de tan sólo algunas de ellas, y algunas enseñanzas que dejaron.
De guadalajara a todo méxico
En un modesto local en la calle López Cotilla con el número 423, don Francisco Arroyo Verduzco instaló su primera farmacia en 1942.
Él venía de trabajar en el campo en su natal Michoacán, y quiso honrar a la ciudad que lo acogía poniéndole su nombre al negocio.
Así nació la primera Farmacia Guadalajara. Al corte del cuarto trimestre del 2022, cuenta con 2 mil 568 sucursales.
Francisco no sabía nada sobre farmacias, pero fue el trato humano que posicionó a su primera farmacia en el gusto de los tapatíos.
En 1944 se cambió a un local cercano, más grande, que le permitió abrir un área de perfumería. Dentro de sus nuevos servicios también incluyó entrega a domicilio, por medio de bicicleta.
Fue hasta 1963 que decidió abrir dos farmacias más, una en Avenida Américas y otra en la calle Javier Mina, pero con este crecimiento vino el estrés de no poder controlarlo todo.
Así que confió en profesionales para establecer sistemas de control y administración, además de innovar con el autoservicio.
El concepto fue acogido exitosamente por los tapatíos, pero creciendo a un ritmo de apenas una a dos tiendas por año.
Posteriormente, adoptó el nivel de cobro en caja, ya que anteriormente era por medio de una hoja, disminuyendo el tiempo que el cliente pasaba en la sucursal.
En 1983, en medio de un crecimiento continuo, vieron la necesidad de consolidar el patrimonio de la familia por lo que constituyeron Corporativo Fragua.
Pero sería en 1989 que darían el gran paso hacia el modelo actual: el concepto de Superfarmacia.
En octubre de 1997, cuando contaban con 108 sucursales, se marca un antes y después en l compañía, pues deciden incursionar en la Bolsa Mexicana de Valores. El 20.21 por ciento de las acciones de Fragua se encuentra colocado entre inversionistas, y el resto está en poder de miembros de la familia Arroyo.
Una mezcla perfecta entre modernidad e innovación, con los valores de una empresa familiar.
Con el paso de los años el modelo de Superfarmacia fue gratamente adoptado. En el 2007 aceleraron el crecimiento para llegar a las 500 sucursales.
Ese modelo de autoservicio que mezcla farmacia, tienda de conveniencia, mini súper y servicios bancarios se ha colocado en el gusto de los mexicanos.
La cifra, con toda seguridad, no se detendrá en 2 mil 568 , sino que seguirá creciendo bajo el mando de la familia Arroyo y un grupo de profesionales.
Actualmente cuentan con 52 mil 457 empleados, tienen presencia en 454 ciudades de los 32 estados de México… y contando.
La tequilera que abrió paso
En un estado como Jalisco, es complicado mencionar sólo a una sola empresa tequilera, sobre todo ahora que esta bebida produjo 651.5 millones de litros en el 2022, una cifra histórica.
Pero mucho del crédito de colocar los cimientos de lo que ahora es una industria de alcances mundiales le pertenece a don Cenobio Sauza (1842-1909).
A mediados del Siglo 19 ni siquiera se le llamaba tequila, sino vino-mezcal, y Sauza a sus 15 años trabajaba en una taberna donde se vendía esta bebida. En 1858 entró a trabajar en la destilería de José Antonio Gómez Cuervo, donde aprendió a cultivar el agave y a destilar sus jugos.
En 1873, don Cenobio compró una pequeña destilería llamada “La Antigua Cruz”, ubicada en Tequila, que decidió rebautizar con el nombre de “La Perseverancia”.
Conociendo el proceso desde el inicio, Sauza comenzó a implementar mejoras para elevar los estándares de calidad, que lo llevaron a producir de 100 a 200 barriles de licor al mes.
Por ejemplo, fue el primero en introducir el uso de alambiques de vapor que ayudaron a darle al tequila un sabor más suave e incrementar los clientes potenciales.
El investigador José María Muriá, en su libro “El Famoso Tequila” (Porrúa / 2015), narra como don Cenobio se convirtió en el primer exportador de esta bebida.
“En 1873, Cenobio Sauza había mandado hasta Nuevo México por Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, una carreta con la fabulosa cantidad de ´tres barriles y seis botijas´, que constituyeron la primera de una serie de remesas que fueron llevadas a Estados Unidos por vía terrestre. Otros siguieron de inmediato su ejemplo”, escribe Muriá.
También a don Cenobio se le atribuye la determinación de que el llamado agave azul era el mejor para producir tequila, lo que siguieron todos los demás productores.
En 1909, a la muerte de don Cenobio, su hijo Eladio se hizo cargo de la empresa y comenzó a vender el tequila en botellas, ya que anteriormente se vendía en barriles de madera de diferentes tamaños, además de rebautizar a la empresa como Tequila Sauza.
En 1946 murió don Eladio, y tomó el control su hijo Francisco Javier, quien de la mano de los avances tecnológicos del Siglo 20, modernizó la planta e hizo más eficientes los procesos de producción.
Pero también trabajó intensamente para popularizar el tequila, apelando al folclor y el sentimiento nacionalista mexicano. En 1952, el programa “Noches Tapatías” promovía el consumo de tequila, primero en la radio y luego por televisión.
Javier viajó por el mundo tratando de posicionar el tequila, lo mismo colocándolo en la mesa de los Reyes de España que pidiendo la denominación de origen cuando supo que en Japón producían una imitación del tequila.
En 1988 abrieron otra puerta: la inversión extranjera. Así que ese año vendieron Tequila Sauza a la española Domecq.
Actualmente es propiedad del conglomerado estadounidense Fortune Brand.
Innovación desde hace siglos, orgullo por lo jalisciense y visión global… la herencia de tres generaciones de Sauza para la industria del tequila.
Una escuela llamada sidek
En 1980 los hermanos Martínez Güitrón fundaron Grupo Sidek, para convertirla en la empresa controladora de la Compañía Siderúrgica de Guadalajara.
Un verdadero gigante de la industria de México, llegó a ocupar uno de los sitios más altos a nivel nacional, pero también fue una gran escuela de ejecutivos jaliscienses.
José, el menor de los hermanos Martínez Güitrón, y su hermano Jorge -4 años mayor- establecieron una empresa que brindaba servicios de instalaciones eléctricas en su época de juventud.
Ellos provenían de una familia muy numerosa, siendo su abuelo paterno el patriarca y quien, en palabras de ellos, promovió en todos los miembros los valores de trabajo, disciplina y respeto a la autoridad.
Jorge fundó en 1970 la Compañía Siderúrgica de Guadalajara, mientras que José incursionó, casi involuntariamente, en la industria hotelera. Resulta que un cliente les pagó una deuda con unos terrenos en Puerto Vallarta, que se convertiría en el Hotel Plaza Las Glorias, con financiamiento de un recién creado Fonatur.
Durante los siguientes 20 años, los hermanos Martínez Güitrón continuaron su expansión.
Ya para 1992, José era el director general de Grupo Sidek, que abarcaba las empresas de ambos y encabezaba las compañías turísticas Situr y Mak.
José se convirtió en una importante figura del empresariado nacional, pues lo mismo presidía la Asociación de Inversionistas en Hoteles y Empresas Turísticas, que la rama de turismo en la Concanaco, que era el cónsul honorario de Dinamarca o presidente de su amado Club Atlas.
Todas estas relaciones ayudaron a reclutar talento, que a la larga sería una escuela de ejecutivos que culminaban su formación, no en las aulas, sino en el campo de batalla.
En 1994, llegaron a su punto más alto, cuando Forbes incluyó a José en su lista de los mexicanos más ricos.
«Toda mi vida fui deportista. En el deporte me enseñé a sufrir y a salir adelante. Creo que la disciplina que da el deporte se capitaliza después en los negocios porque uno se enseña a sacrificar ciertas actividades por un objetivo», dijo José en 1992, a la revista “Líderes Mexicanos”.
Pero el tristemente célebre “Error de Diciembre” sorprendió a Grupo Sidek con una pesados compromisos en dólares.
El conglomerado llegó a tener una deuda que superaba los mil 200 millones de dólares, por lo cual los hermanos Martínez Güitrón tomaron la decisión de declararse en suspensión de pagos.
Esta medida cimbró todo el mercado mexicano, y provocó la intervención gubernamental, ante el temor que se perdiera la credibilidad nacional.
Algunos críticos han externado que los hermanos Martínez Güitrón se precipitaron al suspender los pagos del vencimiento de su emisión de papel comercial, sin consultar con sus banqueros, ni con las autoridades.
En diciembre de 1996, el control accionario y la administración de Sidek pasó a un grupo de bancos acreedores que decidieron la liquidación de todos los activos. En ese entonces era ya un conglomerado de más de 230 empresas en la metalurgia y turismo.
Más allá de las decisiones empresariales, Sidek logró posicionar a Guadalajara en el campo industrial, y formó a varios ejecutivos que continuaron con éxito sus carreras en otras compañías.
Una estancia para quedarse
Las historias de éxito empresariales parecen estar ligadas a grandes conglomerados con miles de empleados, pero pocas veces se les brinda atención a los casos de éxito a menor escala.
Es el caso de La Estancia Gaucha, un restaurante que puede presumir lo que la mayoría de sus competidores no: cumplir 45 años ininterrumpidos de atender a sus fieles clientes.
El argentino Roberto Masciarelli Giura llegó a Guadalajara para jugar futbol con el Atlas en 1955, y después de transitar por otros clubes de Primera División decidió establecerse en la Perla Tapatía.
Desde que jugaba para los Rojinegros era muy feliz haciendo asados para sus compañeros de equipo, por lo que supo que esa sería su vocación despúes de colgar los tachones.
En 1965 abrió su primera parrilla argentina en Guadalajara, que llevaba por nombre Café Caliente y se ubicaba en la calle Libertad; luego se llamó El Gaucho y posteriormente La Estancia.
Pero fue hasta 1978 que se estableció, asociado con su hermano Orlando, ya con el nombre de La Estancia Gaucha, en la locación de Avenida Niños Héroes, desde donde ha brindado servicio ininterrumpido durante 45 años.
Masciarelli Giura ofreció un concepto totalmente innovador para la época: cortes de calidad a la usanza argentina maridados con vinos de aquel país.
En 1984 abrió Los Inmortales, en Avenida Patria, y en 2009 vendría La Estancia Gaucha de Punto Sao Paulo.
Pero era la vocación de servicio y el trato humano del propio Roberto lo que desarrolló un sentido de fidelidad, tanto hacia dentro como afuera.
Los clientes más antiguos pueden atestiguar como los meseros y demás personal de servicio desarrollan perdurables carreras.
En una industria restaurantera tapatía que padece de una alta rotación de personal esto bien podría ser considerado un hito.
En esas mesas de Niños Héroes se han sentado Mario Moreno “Cantinflas”, Elizabeth Taylor, Joaquín Sabina y Guillermo del Toro, sólo por mencionar algunos.
¿Renovarse o morir? No siempre aplica. La carta no ha sufrido cambios sustanciales en más de 30 años. Los clientes de La Estancia Gaucha simplemenge esperan el mismo sabor y calidad en el servicio.
Tras la muerte de Roberto (1929-2010), la tradición continúa bajo el mando de sus herederos y los de su hermano Orlando.
Epicentro del mundo político y empresarial, el legado restaurantero de los Masciarelli se mantiene.
Los zapatos que todos usaban
No había ciudad en México que no tuviera una sucursal de Canadá.
Estos zapatos fueron virales… antes de que se inventara la viralidad. Con mil puntos de venta en todo el País y 12 mil empleados.
La empresa de calzado Canadá llegó a ser el emblema del empresariado tapatío durante la mitad del siglo pasado, con una producción que llegó a ser de 60 mil pares al día.
Salvador López Chávez (1915-1976) fue bracero, fundidor, obrero de carreteras y hasta fotógrafo callejero en la Alameda de la CDMX.
Su padre, Salvador López Núñez tenía un taller rústico en el que hacía calzado sobre medida, pero llegaría el hijo a revolucionar todo.
En 1940 convenció a su padre de comprar maquinaria para ponerse a la vanguardia en tecnología.
Así, el mismo López Chávez diseñaba los zapatos, veía su fabricación hasta el último detalle y, en palabras de sus hijos, “contaba hasta las puntadas” en el calzado. Su filosofía era crear productos de calidad y por lo tanto las utilidades llegarían por sí solas.
Pero también era un mercadólogo innato. Él mismo diseñaba los logotipos de los diferentes modelos y participaba en las campañas publicitarias.
Por eso desde un inicio convenció a su padre, López Núñez, de cambiar el nombre original de Industria Nacional a Calzado Canadá, ya que aseguraba era una marca más fácil de recordar, además de colaborar a la creencia de que era un producto extranjero.
Abrió su primera tienda en Guadalajara, pero la segunda se inauguró en la Ciudad de México, pues López Chávez tenía muy claro que la empresa debía tener alcances nacionales.
No dudaba en invertir en publicidad, que iba desde comerciales en televisión nacional, patrocinar a Chabelo, hasta anunciarse en espectaculares luminosos en las principales avenidas de las ciudades más importantes o en cajitas de cerillo.
“Muchos pasos, pocos pesos”, era el slogan que se escuchaba por donde quiera.
Canadá llegó a ser tan grande, que en los Juegos Olímpicos de 1968 le maquiló a Adidas tenis que usaron los atletas en dicha competencia.
Eso motivó a Phil Knight, el fundador de Nike, a pedirle a la empresa tapatía que le maquilara zapatos para futbol americano basados en los tachones que fabricaban para el soccer.
En su libro “Shoe Dog”, Knight narra cómo quedó impresionado tras su visita a la fábrica de Canadá en Guadalajara, así que cerró el trato: 3 mil pares de cuero. ¿Qué podía salir mal?
En sus memorias, el creador de Nike narra que los zapatos eran muy bonitos pero no soportaban las condiciones de heladas superficies en que se juega el futbol americano; en pleno partido, vio como al quarterback de Notre Dame se le cuarteaban las suelas. Debut y despedida.
«La culpa quizás fue nuestra. Usar un zapato de soccer para fútbol americano», escribió Phil en su libro.
Canadá se convirtió en los años 70 en la fábrica de zapatos más grande de América Latina, pero tras la muerte de López Chávez en 1976, sus hijos tomaron el control.
En los años 90, con la apertura comercial y la liberación de aranceles, hubo una invasión de mercado que comenzó a causar estragos.
Canadá luchaba por permanecer vigente con la fórmula de don Salvador. Con Tomás López Rocha al frente, lanzaron los Perestroika filmando un comercial en la Plaza Roja de Moscú con calidad de cine, a principios de los 90.
Pero la suerte parecía estar echada.
Al cierre de 1994, Calzado Canadá había perdido el 47 por ciento de su capital contable, lo que de acuerdo a la Ley la colocaba en causal de disolución junto con sus 11 distribuidoras; esa misma auditoría externa detectó casi 40 irregularidades graves en el manejo de la compañía.
Adicionalmente se vino la devaluación, con una pérdida por el tipo de cambio que se estimó en 2.5 millones de viejos pesos y una carga financiera que se incrementó casi tres veces, de 1992 a 1995, según reportes periodísticos de la época.
De los 12 mil empleados que llegaron a tener en 1983, tan sólo quedaban 3 mil en 1995.
“El problema de Calzado Canadá fue que los banqueros no nos dieron la oportunidad de reestructurar. Ni siquiera hicieron el intento. Llegaron, capitalizaron en vez de darnos plazos, o aceptar un plan de pagos en tanto tiempo y con tantos intereses (…) no, ellos se querían quedar con Calzado Canadá. Les propusimos que ellos manejaran los dineros y nosotros los zapatos.
Traen gente que estaba en otros negocios a manejar la planta. Nos costó mucho trabajo hacerlos entender el negocio”, narró Tomás López Rocha, en una entrevista con el diario Mural, en 2012.
En 1997, Canadá dejó gran parte de sus acciones en manos de sus acreedores, sobre todo los bancos.
En el 2002, Coppel adquirió lo que quedaba de la empresa y algunos medios de comunicación reseñaban que por fin alguien llegaba a salvar Canadá, pero no hubo tal salvamento. En realidad los sinaloenses sólo estaban interesados en los puntos de venta para convertirlos en sus tiendas. Y usted ¿qué empresa tapatía recuerda?
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