El valor de un activo financiero siempre varía. Un movimiento al alza o a la baja es normal. Lo que no es usual es que el precio de un activo financiero sea estático, pues eso representa que no es un activo atractivo para invertir en él.
En general, son varios los factores que influyen en el precio de un activo financiero. Estos van desde las expectativas a corto, mediano y largo plazo que hay sobre dicho activo, ya sean positivas o negativas; los factores meteorológicos que influyen en la producción de este (especialmente si son materias primas); la política económica, monetaria, fiscal y social; los conflictos geopolíticos; la salud económica del país, así como rumores y la especulación que provocan ajustes en la oferta y demanda natural de dicho activo.
Pero, un aumento en el valor de un activo no siempre significa algo económicamente positivo. Por ejemplo, cuando el precio del oro se dispara es porque los inversionistas a nivel global perciben un entorno de incertidumbre y prefieren invertir en un activo financiero considerado como inversión refugio como es el metal dorado. Recientemente, el valor del oro ha subido, entre otras cosas, por los temores de una recesión en la economía de Estados Unidos.
Por otro lado, es importante mencionar que entre mayor liquidez y bursatilidad tenga un activo financiero (según aplique), será más atractivo invertir en él, pues un inversionista fácilmente podrá adquirir dicho activo y a un buen precio. Llegado su momento, la liquidación de este activo será rápida.
El caso del peso mexicano
Primero, es importante mencionar cuál es el papel del peso mexicano en el mercado de divisas mundial. De acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés), la moneda mexicana es la decimosexta moneda de mayor operación a nivel mundial. Respecto a hace 3 años, el volumen de la operación global del peso mexicano aumentó 3.0% % al alcanzar un monto promedio de operación diaria de 114 mil millones de dólares. A nivel local, el valor de la operación fue de alrededor de 21 mil millones de dólares.
Lo anterior explica el alto atractivo de los inversionistas globales en nuestra moneda, pues solamente el 18.4% de las operaciones en pesos se realizan en el país. Al ser una de las divisas de mayor operación a nivel global, los factores externos también benefician o afectan el valor del peso.
Por ejemplo, la primera vez que el peso mexicano se debilitó más allá de los 20 pesos por dólar fue por la incertidumbre que había sobre la relación económica futura de Estados Unidos y México después de que se confirmó que Donald Trump sería el nuevo presidente de la nación vecina. La siguiente ocasión en que el tipo de cambio cotizó en 20 unidades fue en junio del 2018, cuando se negociaba el tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. A finales de ese mismo año, el peso nuevamente se depreció por la incertidumbre sobre los cambios económicos y políticos que podría realizar el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Una vez que pasaron los temores de todo lo anterior, el tipo de cambio se estabilizó hacia las 18 unidades.
En uno de los puntos más alentados de la pandemia del 2020, un dólar llegó a costar hasta 25.78 pesos. Conforme se reactivó la economía mundial y la incertidumbre disminuyó, el peso recuperó su valor hacia las 20 unidades.
Posteriormente, la moneda mexicana se fortaleció hasta los 16.26 gracias a la constante demanda de pesos por parte de inversionistas extranjeros, quienes preferirían invertir en títulos de deuda gubernamental o corporativa mexicana que otorgaban una competitiva tasa de interés a nivel global, respecto al resto de títulos de países con una calificación crediticia similar. El Banco de México, influyó en este aspecto al ubicar su tasa de interés de referencia para combatir el constante incremento de la inflación hasta en 11.25%. Muchos bancos centrales hicieron lo propio. Como referencia, invertir en títulos estadounidenses generaba un rendimiento aproximado del 5.25%, al igual que en Reino Unido, en Europa del 4.50% y en Brasil hasta un 13.75%.
En contraste, el Banco de Japón mantuvo su tasa de referencia en -0.10%, pues el incremento de la inflación en su economía fue más lento que en otros países. En el marco de esta política monetaria, se reactivó con fuerza una operación conocida como carry trade, donde los inversionistas globales pedían créditos en Japón a una bajísima tasa de interés y ese dinero lo invertía en países con altas tasas de interés, como México. La moneda mexicana fue altamente beneficiada por este tipo de operaciones.
La tormenta perfecta
Hasta el primer semestre del 2024, el peso mexicano mantenía su fortaleza a pesar del entorno externo (conflictos geopolíticos, elecciones en Francia, política monetaria en Estados Unidos y Europa). Entre julio y agosto, la historia cambió y el peso se debilitó alrededor de un 22.2% al pasar de 16.26 hasta las 20 unidades por dólar.
Si bien las encuestas daban por vencedora a Claudia Sheinbaum como la futura presidenta del país, lo que los mercados no previeron fue que el partido oficialista lograría la mayoría calificada tanto en la Cámara de Diputados como en la Cámara de Senadores dando pie a la fácil aprobación de una serie de polémicas reformas propuestas en febrero pasado por el presidente López Obrador.
Tras confirmarse que no habría partidos políticos que hicieran contrapeso al partido en el poder, y la inminente aprobación de dichas reformas, varias instituciones financieras nacionales y extranjeras, organizaciones empresariales de diversos sectores, legisladores estadounidenses, así como los Embajadores de Estados Unidos y Canadá en México
emitieron comentarios sobre sus preocupaciones por la aprobación de las reformas, pues algunas de ellas violarían los estatutos del TMEC y pondrían limitar las inversiones nacionales y extranjeras ante una débil gobernanza en el país, lo que llevaría a las calificadoras de valores a reducir la calificación crediticia del país.
Por otro lado, ante la publicación de una serie de débiles datos sobre el sector laboral estadounidense y el manufacturero de Estados Unidos, en un entorno de una inflación caminando hacia la meta del 2.0%, pero con aún una política monetaria restrictiva, se incrementaron los temores de que la economía estadounidense caería en una recesión. Al ser Estados Unidos nuestro principal socio comercial, una reducción en su actividad económica claramente afectará a México. Además, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y el Banco de México redujeron sus estimaciones del crecimiento de México para este y el próximo año.
Por último, recientemente el Banco de Japón elevó su tasa de interés de referencia, y comentó que seguirá ajustando al alza su política monetaria. Esto provocó que el debilitado yen acelerara la fortaleza que inició en la segunda semana de julio. La perspectiva de un mayor costo en el crédito japonés y la fortaleza del yen, así como la reducción en la tasa de interés de Banco de México y la reciente debilidad del peso, propiciaron que se desarmaron las operaciones de carry trade que se acumularon durante meses.
La debilidad que actualmente sufre el peso podría mantenerse activa por lo menos hasta que se conozca quién será el nuevo presidente estadounidense, el próximo 5 de noviembre, pues de ello dependen las relaciones entre ambas naciones en el futuro cercano.
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